No dejar tranquilo a un mal pagador

Tropezar con un mal pagador es uno de los asuntos más molestos y desagradables que existen. Presionar al moroso hasta que abona su deuda resulta difícil y exige decisión, perseverancia y una adecuada inversión de recursos, ya no solo de tiempo, sino también económicos.

Dos tipos de mal pagador

Convencer a un moroso para que pague sus deudas requiere psicología aplicada, nociones de derecho y conocimientos de finanzas. La negativa de un mal pagador se debe, en ciertos casos, a auténticos problemas de liquidez —no es tanto una negativa al pago, como una imposibilidad de hacerlo en tiempo y forma—. Por lo general en estas ocasiones resulta factible llegar a un acuerdo para el recobro de esos impagos estableciendo un nuevo plan de pagos adaptados a las circunstancias o mediante un requerimiento extrajudicial de pago. Mucho más complejo es enfrentarse a un moroso profesional y habitual acostumbrado a moverse en el filo de las deudas.

Cómo enfrentarse al moroso voluntario

Este deudor decide a quién va a deber dinero y ha hecho de ello un estilo de vida. La constancia es fundamental para quebrar su estrategia: contactar con él permanentemente, acudir a su empresa para poner en evidencia sus pésimas praxis y exponerle claramente cuáles serán las consecuencias legales y de imagen de su impago es el punto de partida. Un complemento es «atacar» su reputación online, por ejemplo, incluyéndole en un fichero de morosos. Además, iniciar un requerimiento extrajudicial de pago puede ser el inicio de la solución. Aunque en ocasiones, no queda más remedio que demandar al mal pagador ante los tribunales.

Sin duda, el recobro de impagos es un problema muy desagradable para cuya resolución nunca hay que arrojar la toalla. El reclamo permanente de la deuda, la presión constante con o sin ayuda de una empresa especializada, la puesta en evidencia de la imagen pública del moroso y finalmente los requerimientos extrajudiciales de pago, son los pasos previos a los tribunales.